"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

lunes, 31 de octubre de 2011

Diego Paroissien: ¿Patriota o agente británico?



Su nombre real era James Paroissien. Nació en 1783 en Barking, condado de Essex, Inglaterra. Descendía de una familia de refugiados franceses calvinistas, “hugonotes”.

Entrenado como médico, aunque no se graduó, se especializó en la cirugía y en el estudio de la química. Al recibir noticias de la invasión británica de Buenos Aires de 1806, decidió embarcarse con este destino para probar mejor suerte. Dado que aquélla había sido reconquistada por Liniers, desembarcó directamente en Montevideo, ocupada por Whitelocke, donde pasó el año ocupado en actividades comerciales y asistiendo a los invasores británicos.

En enero de 1808 partió con destino a Río de Janeiro, centro de la actividad británica en América del Sur en aquel tiempo. Allí, vinculado al porteño traidor Saturnino Rodríguez Peña (el que había liberado a Beresford de su prisión porteña), se vio involucrado en el proyecto del Foreign Office para independizar el Virreinato del Río de la Plata, coronando a la infanta Carlota Joaquina.

Regresa al Río de la Plata, llevando correspondencia cifrada para coordinar el proyecto “carlotista”, pero es detenido y acusado de alta traición en Montevideo. Su condición de ciudadano británico en plenas guerras napoleónicas, condición que no tardó en recordar a las autoridades, le salvó la vida. Durante los próximos 18 meses, estuvo prisionero en Montevideo y, luego, en Buenos Aires. Finalmente, Juan José Castelli —futuro “prócer” de la Revolución de Mayo— se encargó de su defensa.

Y fue, justamente, la Revolución de Mayo de 1810 la que le salvó. Puesto que, poco después del 25 de mayo, recuperó la libertad.

Paroissien acompañó a Castelli y a Nicolás Rodríguez Peña (hermano de Saturnino y también conspirador a favor de los invasores británicos en 1806 y 1807) en la expedición “libertadora” (punitiva, en realidad) al Alto Perú. Iba en su doble carácter de médico y agente británico. Estuvo presente en la batalla de Huaqui, donde se desempeñó, no sólo como cirujano y director de servicios hospitalarios, sino también como ayudante de uno de los comandantes de división.

Luego asistió a Pueyrredón en la “evacuación” de Potosí; evacuación que, en realidad, consistió en el saqueo del tesoro real. Pueyrredón “pagó” los servicios de Paroissien, recomendando al llamado Primer Triunvirato, el otorgamiento de la ciudadanía para el agente inglés, convirtiéndose así en el primer argentino naturalizado de la historia; acto luego confirmado entusiastamente por la masónica Asamblea del Año XIII.

Permaneció, cumpliendo su triple tarea de médico, comerciante y agente del Foreign Office, en el Ejército del Norte. Cuando se estableció en Córdoba la fábrica de pólvora, Paroissien, gracias a sus conocimientos de química y sus contactos, fue designado su director. Tres años estuvo al frente de las fabricaciones militares, entre 1812 y 1815, y se implicó en el plan de San Martín, especialmente durante la convalecencia de este último en la ciudad mediterránea durante el año ’14, convalecencia que, si creemos a José María Paz, fue “un mero pretexto”.

Una oportuna explosión en abril del ’15, cerró la fábrica y,  mientras el gobierno local estudiaba los hechos, Parissien se escapó a Buenos Aires. En septiembre del año siguiente, en Mendoza, se suma a San Martín. Allí, “el Libertador” lo designó cirujano jefe y responsable de los servicios médicos del Ejército de los Andes.

Estuvo presente en la batalla de Chacabuco, como edecán y consejero del Gral. Soler. Durante su estadía en Chile, tuvo un ruidoso conflicto con Michel Brayer, ex general napoleónico al servicio de la causa “patriota”.

Atendió personalmente a O’Higgins de sus heridas, tras la derrota de Cancha Rayada. Y fue quien envió a éste la noticia de la victoria de San Martín en Maipú.

Por sus “servicios”, San Martín le otorgó un extensísimo terreno en Mendoza, además de una medalla de oro y la promoción al grado de coronel. Junto a éste, se embarcó rumbo al Perú en agosto del ’20.

Fue uno de los que participó en la entrevista de San Martín con el general realista José de la Serna, donde se discutió la posibilidad de establecer una monarquía peruana independiente y liberal.

A fines del ’21 fue enviado, junto a Juan García del Río, en una misión secreta a Europa con el fin de lograr el reconocimiento de las independencias de América del Sur por parte de Gran Bretaña y sus aliados, y, sobre todo, encontrar un príncipe que quisiese “la corona” ideada por San Martín.

La renuncia (forzada) del “Libertador” argentino los encontró recién dando inicio a su misión. Y, a pesar de carecer de autorización del nuevo gobierno, siguieron por un tiempo en actividad diplomática. En casa de su sobrino en Londres alojó a San Martín recién exiliado.

Regresó al Perú y, a las órdenes de Bolívar, acompañó al Gral. Sucre en su invasión del Alto Perú. Pero ni corto ni perezoso, Paroissien se involucró en diversos proyectos de minería propiciados por empresas británicas. La británica Asociación de Minería de Potosí, La Paz y Perú lo designó director de sus minas potosinas en abril de 1825.

Cuando regresó a América del Sur, la novel República de Bolivia le confirma el cargo. Pero diversas vicisitudes, llevan la compañía a la quiebra en el ’26. Y, al año siguiente, con su salud quebrantada, viajando en mar, cerca de Valparaíso con destino a Inglaterra, lo encuentra la muerte.

El boletín de la Essex Record Office de junio de 2010 notificó la catalogación de documentos pertenecientes a James Paroissien que habían estado en poder de su familia. El título del registro dice: “Surgeon, soldier, statesman, spy: The life of James Paroissien (1784-1827)” [Cirujano, soldado, estadista, espía (sic): La vida de James Paroissien (1784-1827)].

martes, 25 de octubre de 2011

San Martín & Bolívar: ¿Vendepatrias?

El 2 de febrero de 1825 la protección que Su Majestad Británica dio a los movimientos independentistas comienza a dar sus frutos. Ese día, tan sólo cuatro días después de ser designado, el representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata firma con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda el llamado Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. Dicho tratado, en su artículo 2º, contempla que los súbditos británicos podrán arribar con sus buques y cargas para ejercer el comercio a cualquier puerto, paraje o río argentino, con exclusión de cualquier otra bandera. Al mismo tiempo, en su art. 7º se establece que, para verse amparados en este tratado, los buques argentinos deben ser propiedad y haber sido construidos en las Provincias Unidas. Pero dado que, la Argentina no contaba con astilleros ni industria naval alguna, en la práctica significaba que no podían alquilarse ni comprarse buques franceses o estadounidenses.

Un mes después, el mismo tratado es firmado por los representates del Perú. En abril hace lo propio Colombia. Y en noviembre, México.

En el caso peruano, el tratado venía a confirmar la famosa Autorización de "el Libertador" José de San Martín a los comerciantes británicos para vender sus mercaderías importadas en el Perú, copiado (según ha demostrado Julio C. González) del Edicto del invasor Beresford en Buenos Aires en 1806. También el Empréstito usurario contraído por San Martín con Gran Bretaña durante su protectorado por la suma de dos millones de libras esterlinas, será el modelo de los otros empréstitos escandalosos que han sumido a Hispanoamérica en la esclavitud de la Deuda Externa.

Por su parte, "el Libertador" Simón Bolívar propicia un Congreso Anfictiónico que habrá de reunirse en Panamá. El 1 de junio de 1826 un tal Edward Dawkins presenta sus credenciales como representante de Gran Bretaña ante dicho Congreso. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda es incorporado poco después al Congreso como si se tratase de un Estado americano. Al mismo tiempo, se impide participar a los representantes de los Estados Unidos de América del Norte. Los británicos ofrecen protección militar ante cualquier reivindicación por parte de España, a cambio de beneficios comerciales monopolísticos en el continente americano.

Finalmente, el Congreso de Panamá fracasará por el accionar de los representantes del Perú (San Martín ya no era Protector) para quienes "Inglaterra al frente de Asia y de América sería más temible que Roma en los días de su mayor prosperidad".

Pero Bolívar no pierde las esperanzas. En una carta enviada desde el campamento de Buijó al Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Colombia de julio de 1829, "el Libertador" recomienda que "la América se ponga bajo la custodia o salvaguardia, mediación o influencia de uno o más Estados poderosos", indicando específicamente a Inglaterra. Similar objetivo que el de la misión enviada por San Martín, poco antes de ser depuesto como Protector del Perú ocho años antes, que tenía como objetivo persuadir a un noble europeo para que aceptara la corona, siempre que se contara con la aprobación británica de dicho pretendiente.

En fin, cosas de nuestra historia que no nos cuentan.


miércoles, 19 de octubre de 2011

La Logia Lautaro y la francmasoneria



Uno de los mitos cultivados por el revisionismo, especialmente en su faz nacionalista-católica, es negar la pertenencia masónica de la famosa Logia Lautaro.

La Logia Lautaro fue una sociedad secreta que integró a los “patriotas” criollos y españoles que vinieron a Buenos Aires en 1812 a bordo del buque de Su Majestad Británica “George Canning”, con el fin de tomar el control de las hordas revolucionarias americanas emergidas en 1810 y encaminarlas hacia la independencia definitiva de España.

La Gazeta de Buenos Ayres anuncia la llegada de militares españoles
provenientes de Londres en la fragata britanica "Jorge Canning" (sic)

En su mejor momento, la Logia estuvo integrada por José de San Martín, Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Ramón Eduardo de Anchoris, Bernardo de Monteagudo, Juan Martín de Pueyrredón, Antonio Álvarez Jonte, Nicolás Rodríguez Peña, Julián Álvarez y José Antonio Álvarez Condarco, entre otros notables “patriotas”.

Como hemos hecho en notas anteriores en este cuaderno de bitácora, procederemos a demoler el “mito” cultivado por el nacionalismo católico con citas de primera mano.

Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte que Manuel Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización Logia Lautaro, “aduciendo, precisamente, la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta”.

Vicente Fidel López afirma que la Lautaro no fue una vaguedad revolucionaria ni un título de ocasión sacado de la Araucana de Ercillia sino una palabra intencionadamente masónica y simbólica cuyo significado específico no era “guerra a España” sino “expedición a Chile”, “secreto que sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de jurar el compromiso”.

“No creo conveniente que hable usted lo más mínimo de la Logia de Buenos Aires. Estos son asuntos enteramente privados y aunque han tenido y tienen gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte e América, no podrán manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos.” Carta de San Martín al general británico y “patriota” Guillermo [William] Miller del 19 de abril de 1827.

“Siguiendo fielmente las ideas de mi verdadero señor padre político [José de San Martín] que no quiso en vida que se hablase de sus vinculaciones con la masonería y demás sociedades secretas, considero debo abstenerme hacer uso de los documentos que poseo al respecto.” Carta de Mariano Balcarce, desde París, al Gral. Bartolomé Mitre del 30 de noviembre de 1860 y que explica por qué Mitre no quiso hablar del tema en su obra biográfica sobre San Martín.

jueves, 6 de octubre de 2011

¿Saavedra tradicionalista?

El comerciante altoperuano Cornelio Saavedra se convirtió, tras las Invasiones Inglesas, en el comandante de los Patricios, el cuerpo militar compuesto exclusivamente por criollos. Pero, desde ese momento, se convirtió también en actor político de renombre, como conspirador nato que era. Sin él, la Revolución de Mayo de 1810 no hubiese tenido éxito, del mismo modo que fue él quien frustró la de 1809 para deponer a Liniers.

Hábil calculador, en esta ocasión estaba convencido de que las brevas ya estaban maduras (según expresión que solía usar con sus complotados), y se puso al frente de la Revolución.

Como comerciante de buena posición que tenía mucho que ganar con el cambio de autoridades (rompiendo así con el monopolio que beneficiaba fundamentalmente a los comerciantes peninsulares -y a las pequeñas industrias locales), pero que podía también perder bastante si estallaba la anarquía jacobina (que pudiese hacer peligrar los buenos negocios con las importaciones inglesas), lo suyo fue el conservadurismo. El saavedrismo representó así la versión porteña del girondismo revolucionario francés.

Pero hete aquí que para la historiografía revisionista nacionalista, Saavedra se ha convertido en uno de los próceres máximos de la patria (esa "patria" pequeña conseguida con la independencia revolucionaria a costas de la gran "patria", las Españas, donde nunca se ponía el sol). Es más, algún autor contemporáneo oriundo de Cuyo, llega a decir que Saavedra era tradicionalista. Así, como lo lee.

Como puede confirmarse con algunos de los textos que aquí en esta bitácora se enlazan en el margen derecho bajo el título "Leyenda rosa nacionalista", los autores nacionalistas o revisionistas suelen despreciar la Memoria Autógrafa de Saavedra. Texto que ya de por sí da con tierra con unos cuantos mitos historiográficos del nacionalismo. Pero, dicen ellos, la Memoria es un texto de un Saavedra ya anciano, donde los recuerdos no son claros (¡sólo habían pasado 19 años!) y donde existe la intencionalidad de no privar a sus hijos de los "beneficios" de la Revolución (pensiones y privilegios... ¡ay de las revoluciones igualitarias!).

Pues bien, vamos, entonces, a traer un texto de Saavedra bien contemporáneo a los hechos: el voto particular de este traficante devenido jefe militar en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Anotó allí de su puño y letra:
Y que no quede duda de que el Pueblo es el que confiere la autoridad, o mando.
¡Qué tradicionalista! Un tradicionalista defensor de la teoría de Juan Jacobo Rousseau de la soberanía del pueblo.

(Por no hablar de los que pretenden falsear la historia convirtiendo a esta proclama revolucionaria en un silogismo suareciano... demostrando no haber leído jamás a Francisco Suárez.)

Cornelio Saavedra, el Bonaparte del Río de la Plata,
sólo que sin la genialidad militar del Gran Corso,
ni la posibilidad de implementar su plan para coronarse Rey.